martes, 3 de marzo de 2009

LA EXPOSICION DE MUSEO
Exponer en un museo es algo común. Pero ¿con qué criterio disponemos objetos, imágenes, textos, vitrinas paneles, colores, música?
Si observamos bien, cada exposición de museo tiene un tema (generalmente vinculado a ese tipo de museo). También podemos ver que ese tema está expuesto mediante los objetos, las imágenes, los textos… mediante esos objetos y recursos, el museólogo curador trata de decir algo acerca del tema. Trata de comunicar algo, quiere decir algo sobre la temática.
Por lo tanto, la exposición de museos es un discurso, algo que se dice.
Ese discurso, a diferencia del discurso oral, hablado, es matérico, tridimensional, se desarrolla en un espacio. Y ene se espacio se desarrolla de una manera planificada, no es al azar. Por más que sea una instalación artística de libre recorrido, por ejemplo, esa libertad la decidió alguien.
Cada objeto, cada lugar, cada color o texto está en la exposición cumpliendo un rol.
Como las palabras en un texto, cada cosa se ubica para cumplir con su función, se agrupan en núcleos definidos, hay una secuencia, un diseño.

Es por ello que las exposiciones se comportan como textos donde los términos de ese texto son los objetos de museo y los recursos museográficos empleados.
Esta manera de ver la exposición implica, por ende, un lector, que es el público, actor colectivo o individual.
Si el lector (el público) no halla la misma intención que el hablante (el museo), debe dudarse de las cualidades comunicacionales de aquél. Sería un grave menosprecio sostener que “la gente no sabe nada” o “esto lo comprenden unos pocos”. Igualmente debe tenerse cuidado con los discursos para uno mismo, en los cuales creemos que decimos algo inteligible, cuando solamente lo comprendemos nosotros. Es saludable - como profesionales o como funcionarios del museo - hacer unas constantes autocrítica y evaluación:
¿Entiende el público lo que quiero decir? ¿Qué pasó con lo que dije?
Ese texto que denominamos exposición está basado en una investigación, lo que supone horas de trabajo. Si ese trabajo se paga con dineros públicos y ese público no entiende, puede convertirse, a la escala del museo, en una verdadera defraudación.