miércoles, 4 de marzo de 2009

QUE HACER CON EL CAOS: UNA SUGERENCIA.
A veces los profesionales nos encontramos con museos hechos con cariño, pero sin demasiada planificación. Esos museos donde se amontonan objetos en mezclas confusas, cosas de las historias cotidianas, fósiles, muebles donados, donaciones de personas que consideraron que ese jarrón, ese revólver o ese sillón debía ir al museo.
A la vuelta de diez o doce años del centenario del pueblo o del barrio, los objetos amontonados dan al museo un carácter muy similar al anticuario, polvoriento y estático.
Además, la confusión atenta contra la conservación del edificio y de los mismos objetos.

Las salas están tan atiborradas que ¿por donde empezar?

El polvo y la humedad se cumula, el revoque suelto cae sobre las piezas, las cartelas se vuelven ilegibles y el público empieza a escasear. El museo es “siempre lo mismo”, un lugar lleno de cosas, pero… es un lugar de cosas viejas.
Una solución -comprobada- es retirar TODOS los objetos planificadamente. Todos.
Una vez retirados, sala por sala, se irán guardando en un depósito auxiliar hasta que se restaure el edificio. Hasta allí no habrá problemas, es para resolver una emergencia edilicia ¿no?.
Pero luego viene lo mejor.
La idea es no exhibir todo. La sugerencia es guardar los objetos y redescubrirlos de cuando en cuando. Es mu
y interesante hacer un hallazgo, por ejemplo, de un sable que se sabe que estaba en el museo, pero ahora con toda una carga simbólica diferente: encontramos este sable.
Seguramente habrá quejas. Podemos esperar frases como estas: “Adónde fue a parar lo que doné” o “han saqueado el museo”. Estas frases serán comunes y hasta pueden traer inconvenientes laborales o políticos.

Hay que considerarlas y convencer, porque estamos obrando bien.

Para contrarrestar esto, nada mejor que explicar qué se va a hacer: guardar los objetos para conservarlos, porque estuvieron tanto tiempo en malas condiciones que necesitan se restaurados.
Los objetos ya saneados se catalogarán, y se planificarán las sucesivas muestras. Tal vez sea conveniente hacer una muestra sobre el mismo museo, cómo conserva y cómo exhibe, y acerca de la necesidad de ir rotando las muestras para una mejor comprensión del patrimonio.
Si además hacemos que el museo se llene de niños, de gente que se entretenga y aprenda, las quejas serán cosa aparte, y se podrá rebatir que “ahora viene mucha más gente, y se va contenta”.La idea entonces es volver dinámico el museo, aprovechando esa movilidad para hacer varias tareas imprescindibles. Así, el museo será distinto cada mes.

Otra sugerencia: ¿porqué no averiguamos si los objetos del museo SON EFECTIVAMENTE del museo?

Por las dudas. El caos puede repetirse.